Elegy

A Isabel Coixet se la reconocía por su estilo propio, por sus historias dolorosas y originales, y también por su elegancia y sus excepcionales guiones. La cineasta barcelonesa nos ofrecía, cada vez, un gran y profundo recital de maravillosos momentos, muy cercanos, muy acogedores. Y es que, a lo largo de su corta filmografía, fue mejorando sucesivamente. Con su último trabajo, uno de los estudios de la persona humana más rigurosos y emocionantes de los últimos años, esa absoluta obra maestra titulada La vida secreta de las palabras, dejó a todo público acérrimo a ella y, a todo el resto, conmocionado, con verdaderas ansias de contemplar algo la mitad de bueno en su próximo proyecto. Después de pocos años, Coixet ha llegado con Elegy. Es curioso, sin embargo, que aquí se hayan desvanecido algunos de los aspectos más característicos de sus anteriores obras, quizás más estilísticos que de contenido. En primer lugar, hay que tener en cuenta que, pese a que algunos lo vean como un simple encargo, la película está basada en la aclamada novela El animal moribundo, de Philip Roth.
Isabel Coixet
(Invisibles), trata de plasmar los problemas de un hombre maduro de muy buena posición por su miedo a crecer y atarse a los demás, pero las circunstancias le llevaran a no solo atarse si no a cambiar de parecer a pesar de luchar contra ello auto convenciéndose del fracaso de su relación, y de ver posibles fantasmas donde no los hay. Kepesh nos dejara conocer su egoísmo en totalidad dándonos a ver el odio que siente hacia su hijo, refugiándose en lo que llamaríamos psicología invertida culpándole de que este le siga odiando y no le perdone por abandonarles a el y a su madre veinte años atrás, sin ningún tipo de conciencia para continuar con la vida que a el siempre le ha gustado, gestando en su mente la absurda idea de que realmente lo hace por el bien de ellos, y no de el mismo.
La barcelonesa lleva la historia a su terreno, explota más ciertos aspectos que otros y fomenta unas situaciones que desde luego no encajan con el tono de la historia. El tándem Denis Hopper/Ben Kingsley es realmente efectivo en pantalla, son verdaderos amigos, lo pasan bien, pero Coixet no quiere mostrar eso, prefiere apuntarlo para centrarse más en las miserias de cada uno de los dos. Igual con Penélope Cruz, personajes mal aprovechado que no tiene un claro referente ni un claro obejetivo.
Del mismo modo, la película podía haber estado mejor iluminada, y quizá mejor fotografiada. Pero siendo fieles a la idea de la Coixet, el trabajo de factura es muy correcto. La película es acorde en todos sus aspectos y consecuente con el guión que tiene, pero insisto, creo que esa historia, con otro tratamiento, podría haber dado mucho más de sí, y mucho más de los actores.


En definitiva, una propuesta decente, pero no acertada, Coixet ha elegido una buena historia que está bien puesta en escena, pero que ha sido mal adaptada a la pantalla.

Puntuación 5/10

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